La finca
“Vamos a la finca”, dicen los amigos que en los últimos años han venido a visitarnos y a participar de la actividades de la finca Sant Miquel. Así que con «la finca» nos hemos quedado.
A unos 6 km de Alcalà de Xivert (Castellón), desde 2003, cuando iniciamos en ella nuestra aventura, las posibilidades de la finca y de los que la habitamos han ido transformándose. En 2018, diversas circunstancias nos llevaron a reubicarnos y a asumir la gestión de Mas del Riu. Ahora, en 2024, se abre una nueva etapa en nuetra vida. Con la puesta a la venta del Mas del Riu, nuestra intención es trasladarnos a a vivir a un pueblo de la provincia de Ávila.
Mientras llega el momento, seguimos con las ocupaciones de siempre: tratamos de recuperar, para nuestra pequeña huerta y frutales de autoconsumo, los buenos saberes campesinos y las formas de cultivar tradicionales, mejorándolas con las actuales técnicas de agricultura ecológica (sin plaguicidas ni abonos químicos); elaboramos nuestro pan; obtenemos los huevos de nuestras gallinas, criadas en libertad; y compartimos nuestra vida con unos fieles amigos: nuestros perros y nuestro burro.
Intentamos causar el menor impacto posible con nuestra actividad. Por ello optamos por la simplicidad, las tecnologías sencillas, la autoconstrucción, la economía de recursos y la escala humana en todo lo que hacemos. Utilizamos la energía del sol para producir electricidad, cocinar y calentar el agua, y aprovechamos los residuos orgánicos mediante el compostaje.
Nosotros
El núcleo familiar propiamente dicho lo formamos Jaime y Mónica, con nuestros hijos. Además de nosotros, por la finca circulan otras personas del entorno familiar cercano, amigos y voluntarios que en ocasiones permanecen aquí largas temporadas colaborando en distintas tareas.
Hemos elegido vivir lo que para algunos es una vida diferente. Diferente, es cierto, de la de muchos de nuestro entorno, pero no tan diferente de la de muchas otras personas de todo el planeta que quizá no puedan elegir. Nosotros sí hemos podido elegir y hemos optado por volver a la tierra, intentando aunar nuestra vida y nuestro trabajo. Nuestra formación académica (de capataz agrícola e ingeniera agrónoma) responde a una auténtica vocación de trabajar y vivir en el campo.
Los valores que nos animan en nuestro trabajo y en nuestra vida no son nada originales; afortunadamente son compartidos por muchas personas sensibilizadas con la Vida en todas sus manifestaciones, con la justa distribución de los recursos y las oportunidades. Todas estas personas formamos como una red, como una gran tela de araña (apenas visible pero muy resistente) que se entreteje y relaciona con toda la gran «Comunidad de Vida» de la que formamos parte.